El temblor, la ansiedad, la necesidad, el anhelo,
distracción constante; pensamiento certero,
alivio de saberme fuera de ello,
¿qué haré ahora que no lo tengo?
Sufre, dispuesto a ello, la mente dependiente,
sabiendo que de todo la tuvo lejos,
y no se aclara mi lado consciente,
sobre si volverá a venir con el tiempo.
Nunca hizo bien. Nunca supo mal.
El problema típico, de dejar de pensar.
Casi sale caro, sí, el desaire provocado,
la musicalidad sacrificada y mis dedos, agarrotados.
¿Dónde queda la concentración?
Destruída por los fantasmas que me llenaron de ilusión;
que robaron mis horas y casi firman mi perdición;
pero nunca más. No. Hoy decido yo.