Realmente lo había sentido.
Amaba las pequeñas cosas de su planeta, o más bien, a veces las amaba.
Estaba mirando por la ventana que estaba frente a la puerta de su clase, en el edificio B de la Politécnica de Burgos. Era un tercer piso, y eso le daba pie a contemplar las cosas con cierta perspectiva.
Y así, solo, contemplando desde su ventana, lo empezó a ver. Estaba empezando a nevar de nuevo. Veía de forma creciente cómo más y más copos de nieve se sumaban a la constante caída, como un evento que reúne a las personas del lugar por donde pasa. Los veía finos, suaves, como suelen ser los primeros del año, y los veía caer en un armónico caos que era parte de la danza que llevaban a cabo hasta encontrar su fin en el suelo. Le resultaba abrumadoramente absorbente, como algo tan trivial y usual como era la nieve podía llevar su mente tan lejos.
De pronto se encontró pensando en los mil y un inconvenientes que ésta la causaría, cosas como el transporte, pero pronto desechó ese tipo de pensamientos, le gustaba el sabor de boca que le dejaba el gusto por la nieve.
-"Y las consecuencias que me trae hacen que la odie".
El ser humano no es más que un animal que trata de separarse en la medida de sus posibilidades de la naturaleza que le engendró, crear necesidades artificiales para enterrar los sentimientos del animal.
Empezaba a pensar que quizá Andrea no estaba tan mal.
Pero seguía habiendo cosas de ser humano que le gustaban.
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