La había dicho que se la habían terminado las píldoras de la felicidad.
No era mentira, pero tampoco era del todo cierto. La verdad es que había dejado una en el fondo de su continente, con la creencia de que si la tomaba, nunca podría volver a llenar su contenido con tan mágicas píldoras. ¿Quién querría correr el riesgo por un único y precipitado momento de felicidad?
No, él no era así. Sabía dosificar para conseguir más. No era un adicto.
La verdad es que si este fuera el único motivo que que os diera, os estaría ocultando información: no se la comió porque significaba más cosas de las que podáis pensar, pues su forma no era otra que la de una mariposa. Grande, roja y amarilla ocupaba el final de su bote de felicidad, y creía firmemente en que, si ella no estuviera ahí, nada de lo que metiera dentro tendría el mismo sentido.
Nada.
a veces una reacción vale más que mil palabras ;)
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