Ese muchacho le inspiraba sentimientos contradictorios. Por un lado, nunca le había fallado. Por otro, nunca sería capaz de decir si estaba dispuesto a dar por él lo mismo que él le ofrecía por su parte. Y sin embargo, sabía que no le iba a fallar... aunque no lo había dicho nunca, su sola presencia en todo momento le delataba. Quizá no llamara para quedar. Quizá no avisara si se iba o no. Quizá no expresara lo que sentía tanto como debiera. O quizá ni sentía como una persona normal.
Siempre había sido un tipo tan enigmático...
La verdad es que oírle hablar siempre le llenaba de gozo, y a la vez, no necesitaba palabras cuando estaba con él. Le costaba recordar como diablos había empezado a hablar con él, y más aún cómo había sido capaz de que empezara a salir con ellos. Pero realmente le daba igual. Siempre acababa riéndose cuando estaba con él, incluso si tenía que reírse solo.
Era Xander, su amigo el silencioso, el estoico. El que todo lo aguantaba, el que nunca rechistaba. Pero el que siempre estaba ahí. Siempre presente, aunque sin que se note mucho. Como los grandes amigos.
"Oh, qué bueno soy".
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