martes, 24 de noviembre de 2009

Aída.

Seguía tirado sobre la cama... se le hacía tarde en la noche.

Sólo una linterna le acompañaba y su reproductor de música, en el que Mayday Parade interpretaban "Miserable at Best". Estaba repasando la carta de Aída, y observando el dibujo en el que ambos aparecían, que tanto tiempo había tenido en la puerta de su habitación, y que ahora reposaba en la carpeta que él llamaba "de los recuerdos". Pero esas cosas estaban lejos de ser un recuerdo. Aún la sentía latiendo dentro de sí, y notaba con el corazón encogido, y con un sabor amargo en la boca, que eso no podía acabar bien.

Había estado con más mujeres en su vida, pero tenía la sana costumbre de no dar muchas vueltas a las cosas cuando sus relaciones terminaban. Por regla general, debería estar demostrando a sus amigos las reglas básicas de como entrar a una chica. Era lo que solía hacer tras sus relaciones fallidas, desquitarse buscando el ejercicio del ligue, sin buscar nunca el contacto. Para demostrarse a sí mismo que seguía valiendo, que aún atraía, pero nada más que eso.

Y sin embargo, esta estúpida acción no había sido capaz de realizarla desde que terminara su relación con Aída. No sentía la necesidad de saberse atractivo, ni la necesidad de otra mujer. Aída había representado con verdadera exactitud cómo debía ser una mujer para él, lo que siempre había soñado, una verdadera inspiración y la mejor obra maestra. Y a la vez, el duro golpe de darse cuenta de que en la vida no todos tienen lo que quieren.

Ella era el juego de te doy y no te doy, del te quiero sin quererte, del gáname cada día, del si te lo ganas estaré aquí siempre. Ella era su sueño cumplido, su relación perfecta, y la dejó ir, para que ella pudiera ser feliz en el futuro.Por ella escribía, y para ella lo hacía, ella era su música, su arte... Ella representaba sus sueños, y aferrarse a los sueños era todo lo que tenía.

¿Cómo tratar con algo tan variable como los sueños...? ¿Como la ilusión, como la esperanza?

Le resultaba complicado amar a alguien de esa forma, con semejante magnitud, y ser absolutamente incapaz de demostrarla todo lo que ella era para él...

Pero seguía teniendo fe. Y la amaba.

"Nosotros somos el destino..."

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